Todos debiéramos morir
una o dos veces en vida
antes de la muerte final.
Acompañar nuestro cuerpo
entre sombras y en silencio
desde el último suspiro
arrancado con tibieza
como el humo de la vela
hasta la hora que nos llueve
en la sepultura tierra.
Asistir luego al velorio
y vernos entre paredes
cuando la gente desfila
con caras de flor marchita.
(fragmento)
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