Este cuento lo escribí en Septiembre de 2003 y fue publicado el 2004 en el libro "La orilla quemada" por el ITESM-CQ. Trata de dos hermanos que juegan en un campo de maíz con un espantapájaros hasta que éste se hace arisco conforme pasa la temporada y llega la cosecha. Espero sus comentarios! :D
Los surcos se extendían largamente sobre el campo. El aire movía con lentitud las hojas de los árboles plantados en la orilla. Ana y Pablo caminaban con cuidado para no pisar las semillas de maíz que su padre acababa de sembrar. Les llamaba la atención la sombra que se alzaba con forma de cruz en el centro del campo. La primera en llegar fue Ana, aunque era más pequeña siempre caminaba y corría más rápido. Observaron por largo tiempo al muñeco que colgaba de una estaca clavada en la tierra. Sus brazos se sostenían sobre un palo de escoba perpendicular a ésta.
Era la primera vez que su padre ponía un espantapájaros, se había cansado de los cuervos que atacaban el maizal. La cabeza era un balón pintado con cabellos de estambre morado. Llevaba puesto un pantalón con parches, un saco descosido color pasto y un sombrero café. Sus manos eran guantes y sus pies botas. Los hermanos estaban asombrados de su inmovilidad. Fue entonces cuando lo invitaron a jugar con ellos. Él movió su cabeza y volteó a verlos con sus ojos de botón. Ana y Pablo le insistieron. Lentamente se descolgó y se paró frente a ellos.
...
Todas las tardes, después de que su padre terminaba sus faenas en la milpa, Ana y Pablo iban con el espantapájaros. Pero no debían pisar los brotes de maíz que comenzaban a surgir porque él se entristecía y ya no quería jugar. Cada vez sus juegos tenían más reglas para cuidar que no maltrataran la milpa. Él se enojaba cuando lo desobedecían y, aunque no podía hablar, los niños se daban cuenta porque movía sus manos aceleradamente, como si quisiera atrapar algo que se le escapa. Además, aunque los niños caminaban en silencio para evitar que los oyera, él siempre podía escuchar sus pisadas como una voz baja que retumba. Y cuando algo le pasaba a alguna de las varas de maíz, sentía una punzada en la cabeza que lo alertaba.
(fragmento)
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1 comentario:
Me gustó el hecho de que el espantapájaros, aunque al principio buena onda, después se toma su labor en serio, me llamó la atención el que viviera para lo que fue hecho, lo cual es inherente a su naturaleza. Eso me hace pensar en que aunque hagamos muchas cosas, entre ellas está el propósito para el que fuimos hechos.
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