Este fue uno de mis primeros cuentos, fue publicado en una plaquette llamada "Palabras huérfanas".
Un soplo de aire roza tu cara y te despierta. Las redes del techo te asustan un poco al asociarlas con tu última pesadilla. Al levantarte observas a tu alrededor. Todo está oscuro, sólo algunas formas se distinguen por su mayor negrura; caminas hacia ellas al ritmo que un grillo te impone. Te hallas entre cajas. Las miras, las tocas, las sientes.
A tu derecha está una pequeña, del tamaño de un bebé. Al otro lado una caja aterciopelada por dentro. Sigues caminando lentamente. Descubres urnas de hierro, roble, plata, arcilla y papel. Observas cada una con detenimiento. A lo lejos, algo brilla. Al acercarte hallas que se trata de una caja de cristal.
Nunca has visto una así. Tiene un Cristo enorme en la tapa y pequeños ángeles en los costados. Pareciera que emergieron por sí solos, como delfines en un mar traslúcido. La analizas. Es grande y amplia. Piensas que tal vez cabrías en ella. Parece resistente. Además, debe ser interesante estar dentro de una caja transparente. Le das vuelta. Dudas un momento, pero finalmente alzas la tapa y te sumerges.
(fragmento)
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